Hace algún tiempo publiqué, en un blog que tenía por entonces, un texto donde opinaba sobre las procesiones de semana santa. En resumen, decía que prefería antes la figura del cristo redentor que la del crucificado, debido a la tremenda crueldad de aquel acto, el de la crucifixión, y que, año tras año, recuerda aquella vergüenza, por no llamarlo de otra forma menos educada.
En esta ocasión he escrito el relato «Saetas», en parte para intentar expresar mi manera de ver el sentido del significado de la madre, como arquetipo, simbolizado en la figura de María, aunque en el relato aparezcan otras connotaciones y otros temas. Pero al intentarlo hacer, apareció otro problema.
En bastantes procesiones de semana santa, no solo son las figuras religiosas las que salen a la calle, también son los nazarenos, los que van empalados (aquellos que llevan un palo atravesado entre los hombros para simular la crucifixión al final de la procesión) y otras "tradiciones" similares, presuntamente para expiar los pecados. Desde mi punto de vista, solo es una manera de perpetuar el dolor, o el sentimiento de culpa, de aquello que ocurrió hace casi dos mil años, y que, me parece a mí, tendría que haberse quedado en un recuerdo más, es decir, que hubiera tenido que perder ese énfasis que aún hoy tiene, para centrarse más en ese otro «milagro», el de la resurrección, aunque me temo, al escribir estas palabras, que no hay manera (o no la veo) de separar la una de la otra cuando se trata de la figura de Jesús. Por eso, no estoy de acuerdo en que, aún hoy, se mantengan algunas de esas tradiciones, aunque respete las procesiones donde solo se ven las figuras religiosas, como otro rito más de la iglesia católica.
Porque, si además tenemos la sospecha, como afirma algún que otro historiador, de que muchas de estas tradiciones, son tergiversaciones actuales de otras más antiguas, que se remontan, y parecen tener sus raíces, en los procesos judiciales y en los reos que, acusados por la inquisición, eran matados en nombre de Cristo (rompiendo todas las leyes divinas que presuntamente querían mantener como dogma). De ser así, sería un horror que todavía hoy se recuerde y que no puedo aceptar de ningún modo. Como escribí en mi relato: «si hubieran encapuchados o penitentes, de esos que utilizan el flagelo y hacen brotar la sangre de sus espaldas, como si con eso fueran a expiar sus pecados, esto sería un show escabroso como reclamo para el diablo, que parece gustarle más de esas cosas, ya que dudo que al cielo y a los ángeles le guste los banquetes de culpa».
Por eso, ahora me cuestiono como eran las procesiones de semana santa antes de la existencia de la inquisición. ¿Por aquel entonces ya se celebraban? Si se celebraban, ¿como eran? Quizás algún día me atreva a investigar y dar respuestas a estas últimas cuestiones, ya que prefiero pensar y creer en los significados de los arquetipos, entre ellos el de la madre, a la que me temo sí le debemos mucho, y darle un puntapié a una supuesta culpa, que creo que está más que pagada por la sociedad y por los propios creyentes,ya que sospecho que cristo prefiere que seamos felices antes de recordar, año tras año, una crueldad de la que salió «ileso» (visto desde una perspectiva espiritual).


F.J.Velasco

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